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Terra Nostra Marín Noster por: Luis De Llano

 

 

Terra Nostra 

Marín Noster

 


 

 

EL HERALDO DE MEXICO

Suplemento Cultural Cúpula

1º. septiembre de 2020.

 

 

SIEMPRE HE PENSADO QUE EL ARTISTA TRASCIENDE LA MEMORIA COLECTIVA, Y CUANDO TIENE LA CAPACIDAD MÁGICA DE LOGRAR EMOCIONES EN QUIEN ASISTE DE MANERA PRESENCIAL A LA EXPOSICIÓN DE UNA OBRA DE ARTE, ES EL MOMENTO EN QUE ÉSTA TOMA VIDA.

 

por  LUIS DE LLANO MACEDO

 

En alguna ocasión tuvimos la gratísima experiencia de acudir a la inauguración de las muestras “Corpus” y “Corpus Terra” de Javier Marín, quien nos expresó: “Que la escultura representa la forma de acercarse a la gente que va a tratar de entender o apreciar lo que el artista hace. No el crítico académico, ni el especialista, ni quien pretende etiquetar una obra dentro de los cánones de un estilo o corriente en particular; sino el público común y corriente, a quien no le importa saber si la obra es expresionista, manierista, o con acentos clásicos, sino que con toda autenticidad he llegado a observar cómo se conmueven hasta las lágrimas al ver mis “emociones acuerpadas, navegando libremente por el espacio público”.

 

Coincido plenamente con él, en la idea de que quien asiste a una exposición de Javier Marín, no sólo va a ser crítico o testigo presencial, sino que además de observar, también escuchar y a tratar de entender emocionalmente al artista y a su obra.

 

Asistimos a la exposición “Corpus” en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, recuerdo que fue un jueves (coincidiendo  curiosamente con las palabras “jueves” y “corpus”, con el día en que se celebra religiosamente, el cuerpo, la sangre y la resurrección de Cristo), y confieso que quizá prejuiciado por el tema místico, al entrar en el impresionante recinto colonial que, a través de los siglos, ha sido academia de medicina, cuartel y museo; me resultó casi sobrecogedor encontrarme rodeado de seres inmensos que parecían emerger poderosos de pisos, paredes y del aire mismo en una suerte de performance teatral, en el cual los asombrados presentes podíamos ver, escuchar e imaginar a través de sus marcadas expresiones, voces y cánticos, una monumental escenificación.

 

La imaginación del artista y de nosotros, el público presente, se fusionaban interpretando notas musicales, pues como se pensaba desde tiempos sin memoria, la música y el arte escenificado son el vehículo con que los humanos entablamos y dialogamos con los dioses creadores del cielo, la tierra y el mar.

 

Al ir recorriendo la exposición “Corpus”, pude descubrir piezas que entonaban cada una, su propio y plural discurso;  pero de forma particular, me llamaron mucho la atención los círculos y cascadas de figuras humanas que, girando y cayendo hacia abismos apocalípticos, me hicieron recordar el mítico relato de la Atlántida que, a través de la memoria de los tiempos, constituye una de las analogías más recurrentes acerca de la fragilidad del ser humano y su civilización frente a los dictados del destino.

 


 

Fue ahí, cuando en mi psiquis, influida por la persistencia en construir espectáculos teatrales y musicales alrededor de lo cotidiano, imaginé estar en la representación de una ópera cuyo tema fuera el mito de aquella milenaria ciudad de Atlantis, descrita por Platón en los “Diálogos de Timeo y Critias”.

 

En mi mente visualicé un escenario construido con los colosales elementos de la obra plástica de Marín, imaginé una troupe de danza contemporánea, escuché coros monumentales interpretando cantos gregorianos al ritmo de música clásica con acentos de pop, electrónicos y hasta de rock; en fin, todo un “alucine” escénico que ha ido madurando en mi mente gracias al impacto que tuvo en mi aquel jueves de “Corpus”, la exposición que celebrara los 30 años de trayectoria de Javier Marín.

 

He pensado, que aunque mi idea de realizar una ópera Atlantis basada en los entramados que unen a Javier Marín con la mitología puede resultar exacerbada, releyendo a Platón he encontrado que mi interpretación de lo humano y lo divino que percibo en su obra no esté tan equivocada, pues en el los primeros párrafos de este “Diálogo” Critias le dice a  Timeo, palabras más palabras menos, que “cuando el pintor reproduce los rasgos de su propia humanidad mortal nos convertimos en jueces severos, pues el hábito de verlos nos los ha hecho familiares, pero cuando se trata de las cosas celestes, nuestro asombro es superado por la propia interpretación que en cada uno de nosotros tiene de lo divino”.

 

La obra de Marín me evoca la magnificencia de los Atlantes, la creación de los hombres de barro y maíz de la cultura maya, pero también la leyenda mexica de los Cinco Soles, en la cual cada ciclo de la creación humana sucumbe bajo el impacto catastrófico de los terremotos y una intensa lluvia que todo lo inunda; tal y como sucedió con la mítica Atlántida, una sociedad que podría ser la representación de la sabiduría, la paz y la armonía; aunque para otras voces, como la del arqueólogo Ken Feder, “la Atlántida no es un lugar para admirar e imitar, ni la sociedad perfecta; es lo contrario, la Atlántida es la encarnación de una nación próspera y  tecnológicamente avanzada que se corrompió precisamente por su bonanza económica, sofisticación y poder militar”; y este concepto, llevado al plano artístico en la obra de Marín, me lleva a pensar que la perfección es una utopía, la belleza una obsesión mundana por imitar lo divino y ordenar el caos.

 

 Sí, el cuerpo humano es bello en su perfecta imperfección, y si la perfección es muerte, la imperfección es  arte; y cuando observo los seres de tierra, bronce y materiales reciclados de este artista (a los cuales el  tiempo sin pudor imprime su propia huella), me parece que como expresara Próspero en “La Tempestad”, de Shakespeare: “Estamos hechos de la misma materia que los sueños, y nuestra pequeña vida cierra su círculo con un sueño” (hablando de una intensa lluvia, otra curiosa coincidencia); pero también como expresó Carl Sagan: “Somos polvo de estrellas”, refiriéndose a la idea del astrónomo Harlow Shapley quien aseguraba que: “El hombre está hecho de materia estelar… de los mismos elementos de las nebulosas más distantes y es por ello que somos seres universales”.

 

Somos polvo y somos sueños. Ambas acepciones de lo humano coinciden en la obra de Marín, quien a diferencia de los  escultores cuyo talento los lleva revelar a través del cincel la figura que un bloque de mármol encierra, logra crear  prácticamente de la nada, el todo íntimo y fragmentado y corporal de lo que significa ser humano; y es con ello que va más allá de la mera recreación, pues cuando lleva su obra al público mundano, logra establecer un diálogo entre lo que somos, hemos sido y de lo que estamos hechos; y desde mi platónico y operístico punto de vista, el “Corpus Terra” del “Marín Noster” es la “Terra Nostra”, que yace en las profundidades oceánicas, como la mítica Atlantis, esperando ser descubierta.

 


 

 

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