Quinto Elemento
No. 16
por Luis de Llano Macedo
La marcha de las Tribus
en la Ciudad de la furia.
5 DE OCTUBRE DE 2020
Sin lugar a duda todos hemos visto alguna vez en las calles esos ríos caudalosos de personas que, llevando mantas, gritando consignas y con una actitud contestaria o pacífica, y otras más con mucha violencia marchan y se manifiestan.
En la CDMX, este fenómeno se ha convertido en lugar común, y estemos de acuerdo o no con sus reclamos, y en muchas ocasiones nos impidan el libre tránsito provocándonos retrasos y un obvio malestar, lo cierto es que de alguna u otra forma ya nos hemos acostumbrado a ellas como algo cotidiano e inevitable, pero también sintomático de los reclamos populares y de la problemática social de nuestros complicados días.
Así como se habla ya de un inminente rebrote pandémico, las marchas y manifestaciones que por motivos sanitarios se pusieron en pausa, o por lo menos en nuestro país se habían realizado a bordo de automóviles, tal parece que, a nivel mundial, las manifestaciones y marchas masivas están regresando a las calles y con ello la efervescencia social está logrando de nuevo hacerse visible.
Para ponernos en contexto, es necesario mencionar que el 2019 fue calificado por muchos medios como “el año de las protestas”.
Desde enero y hasta el último mes del año, las multitudes salieron a las calles de varias de las principales ciudades del mundo para reclamar a sus gobiernos, ya sea por medidas económicas consideradas injustas, o por decisiones políticas impopulares, como por ejemplo: El fallido movimiento organizado en Venezuela por Juan Guaidó en contra de Nicolás Maduro; el movimiento prodemocracia en Hong Kong, un territorio semiautónomo de China; la rebelión del Metro, iniciada por los estudiantes en Chile; las manifestaciones que causó la filtración de una conversación homofóbica en Puerto Rico que motivó la renuncia de su gobernador; o la rebelión de los “chalecos amarillos” en Francia; o en México las concurridas marchas feministas, por mencionar tan solo algunas.
Pues todo parece indicar que este 2020, y quizá por el hecho del confinamiento global que parece estar provocando muy graves consecuencias no solo en lo físico y en lo económico, sino también en la mentalidad de la sociedad, este fenómeno está adquiriendo proporciones exponenciales y ahora la gente está marchando en contra de las medidas de aislamiento que durante muchos meses los han mantenido guardados: Una nueva causa más que se agrega a la ya de por sí complicada situación mundial que es un “caldo de cultivo” para que las grandes masas de gente salgan a las calles a hacer evidente su enojo, frustración y desesperación.
Sin embargo, el fenómeno de las manifestaciones masivas no es algo reciente pues tiene sus orígenes y una larga trayectoria en las grandes manifestaciones que han sucedido a través de la historia mundial. Algunas de ellas, consideradas como gatillos que provocaron el cambio son verdaderos hitos y emblemas del poder de la manifestación pluralizadas, como por ejemplo, el Boston Tea Party, o Motín del Té de 1773, que fue una de las causas que llevaron indirectamente a la independencia de los Estados Unidos; el asaltó a la Bastilla el 14 de julio de 1789, poniendo fin a un régimen despótico en Francia conocida como la Revolución Francesa; la Marcha de la Sal en la India que inicia el 12 de marzo de 1930 y en la cual Mahatma Gandhi inició un recorrido a pie de 300 kilómetros en protesta contra el Imperio Británico; la marcha sobre Washington por los derechos civiles de los afroamericanos ocurrida el 28 de agosto de 1963, cuando el reverendo y militante Martin Luther King pronuncia su famoso discurso “I have a dream” en el Lincoln Memorial; la movilización estudiantil de mayo del 68 en Francia que no es solo una marcha, sino el símbolo de una cadena de manifestaciones de mayor o menor violencia que se llevan a cabo en Francia entre el 22 de marzo y el 27 de mayo de 1968 y que tendrían repercusiones a nivel mundial; pero de manera muy marcada en nuestro país y que serán recordadas como uno de los episodios más deleznables de la historia nacional contemporánea como la masacre estudiantil de Tlatelolco; los disturbios de Soweto en Sudáfrica del 16 de junio de 1976 contra el régimen del apartheid de segregación racial cuya bandera sería enarbolada por Nelson Mandela; el movimiento liderado por Lech Walesa y el sindicato polaco Solidarność de agosto de 1980 que al paso del tiempo desencadenaría la debacle del régimen comunista y la caída del Muro de Berlín; la serie de manifestaciones conocidas como “la primavera árabe” llevadas a cabo en Túnez, Egipto, Siria, Yemen, Argelia, Jordania y Libia que tendrían como objetivo acabar con las dictaduras e instaurar la democracia como régimen; y muchas marchas y manifestaciones más que han cambiado definitivamente el equilibrio político a través de la historia mundial.
En este contexto de movilizaciones sociales que han determinado un poderoso eje de transformación en la sociedad, hay que destacar que la juventud ha sido la protagonista de la rebelión y la actitud revolucionaria que es parte intrínseca del cambio.
En la actualidad uno de los grandes retos y choques generacionales entre el presente y el futuro es el que tiene que ver con el cambio climático y en este tema los jóvenes e incluso los niños están enarbolando la conciencia ecológica como una nueva forma de oponerse al sistema que hasta ahora encabezado por adultos está llevando al planeta a una catástrofe inminente.
Como un gran movimiento sin fronteras la juventud del planeta ahora sale a la calle en distintas ciudades para exigir acciones concretas contra el cambio climático. Les dicen a sus políticos lemas como: "En 2050 ustedes estarán muertos, pero nosotros, no". Una toma de conciencia del mundo que van a heredar ante la inacción de los líderes actuales. Y frente a esta nueva "Generación clima", cuya mejor representante es Greta Thunberg, lo paradójico es que cada vez hay más líderes mundiales como Trump o Bolsonaro que ponen en cuestión las evidencias científicas que demuestran el cambio climático.
El hecho es que estamos en un parteaguas definitivo en la historia mundial y una vez más los jóvenes son los actores principales del cambio, pues finalmente, ellos son a quienes pertenece el futuro, como alguna vez nos ocurrió a nosotros en nuestro tiempo.
Al ver una gran cantidad de jóvenes reunidos por una causa no puedo dejar de evocar aquella caravana de jóvenes mexicanos que el 10 de septiembre de 1971 recorría los caminos desde el antiguo Distrito Federal hacia el Valle de Avándaro con el fin de reunirse en “manada” para disfrutar de una buena dosis de rock mexicano. Si en un principio se podía notar vagamente en aquellas caravanas las clases sociales, tras la caída de una fuerte tormenta y el lodo que los cubrió, en muy poco tiempo cualquier tipo de diferencia fue borrada y al final del concierto tan solo se podría apreciar a más de 200 mil jóvenes extasiados por la experiencia de libertad, unidos por el rock y en una mágica comunión que puso a temblar a los retrógradas adultos en el poder… y con mucha razón.
En aquellos días, y aun cuando en Avándaro no hubo ninguna manifestación política, la prensa amarillista hizo su agosto en pleno septiembre denostando a los jóvenes que habían acudido al concierto, y como ya es sabido, el rock nacional fue satanizado durante más de una década y cualquier manifestación fue considerada peligrosa, ilegal y objeto inmediato de represión y silencio mediático.
Lo mismo sucede hoy en el mundo y tal parece que la historia estar por repetirse ante la sesgada memoria de quienes ostentan el poder. Más allá de nuestras posiciones políticas o nuestras preferencias o disidencias el hecho de que 100 o 200 mil personas se manifiesten públicamente en el corazón mismo de una ciudad y un país no puede ser más sintomático y no puede ni ser callado ni tomado a la ligera.
Algo está muy mal, y debe cambiar, pero ¡ya!, pues como dijera Martin Luther King:
“Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio.”
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