LA MURALLA QUE DIVIDE LO QUE FUE DE LO QUE SERÁ… Quinto Elemento No. 21 por Luis de Llano

 

 

 

 

LA MURALLA QUE DIVIDE

LO QUE FUE DE LO QUE SERÁ…

 

Quinto Elemento

No. 21

 

por Luis de Llano Macedo

 

 

17 DE NOVIEMBRE DE 2020

 

Hoy se cumple un año de que fuera detectado el primer caso de COVID 19 en China y 40 semanas de que fue declarada la llegada del virus  a nuestro país, y me parece hacer un alto en el camino, reflexionar acerca de este episodio histórico que nos sigue impactando y transformando la normalidad “normal” en una nueva normalidad que aún está mutando y desgraciadamente no llegamos a asimilar completamente como especie humana.

 

Siempre he pensado que la historia es un ciclo que tal parece que pasa desapercibido por muchos de nosotros hasta que su efecto, causas y consecuencias, nos lo recuerdan; y por ejemplo la semana pasada las noticias e historias de primera plana nos mostraron varios sucesos que de alguna manera se enlazan para ofrecernos un panorama de lo que es, lo que fue y lo que será en esta nueva era de lo impredecible.

 

 

Mientras en Alemania la canciller Angela Merkel anunciaba un “duro invierno en el que el virus seguirá definiendo nuestras vidas y separando a nuestra comunidad”, ha  pasado completamente desapercibida la celebración del 9 de noviembre en la que los alemanes, y quizá a nivel mundial,  recordamos la caída del muro de Berlín.

 

El año pasado, cuando se cumplieron 3 décadas de este acontecimiento que marcó la geopolítica del siglo XX, se llevaron a cabo en la Alemania reunificada festejos masivos, y recorrió toda la ciudad berlinesa una instalación artística móvil y efímera llamada “frontera de luz” construida con globos blancos de caucho que adentro llevaban una luz prendida. Hoy, esto sería impensable pues las únicas manifestaciones públicas que ocurren no solo en la capital alemana, sino en muchas ciudades europeas son las protestas masivas de los grupos denominados “antimascarillas”, y aunque la radicalización es una actitud reprobable, lo cierto es que la percepción general de que esta pandemia está generando un control estricto de la población que violenta los derechos humanos, no deja de encender focos rojos de alerta y dividir la opinión pública, creando una muralla racional entre lo imprescindible para superar la crisis sanitaria y una especie de “conspiración orquestada” para imponer un nuevo orden mundial.

 

La caída del muro de Berlín que marcaba como una cicatriz de piedra y hierro a dos concepciones del mundo enfrentadas, el capitalismo y el comunismo,  fue traducida  como el inicio de un nuevo orden mundial y el triunfo de la mentalidad occidentalista de una democracia liberal y la apertura de los mercados, el consumismo y el tan controvertido modelo “neoliberal”.

 

 

Pero si hace 30 años se inaugura oficialmente el primer McDonald’s en Moscú, y simbólicamente triunfa una corriente política y económica sobre de otra, esta semana otro acontecimiento de carácter mundial, pero que ocurre en los Estados Unidos de Norteamérica tiene como símbolo otro muro que divide no solo las fronteras geográficas, sino también ideológicas; pues en medio de una intensa controversia entre demócratas y republicanos los medios de comunicación y la gran mayoría de las gobiernos de las naciones mundiales daban ya por hecho el triunfo de Joe Biden sobre Donald Trump y con ello el fin -o por lo menos la pausa virtual- de un gobierno liderado por un personaje que  mejor representa al líder populista de este tercer milenio, el cual accede al poder a través de la polarización de la ciudadanía, y esta distinción tajante entre el "ellos" y el  "nosotros” se ve claramente reflejada en la brecha entre   demócratas y los republicanos, y la propagación del racismo a ultranza. 

 

Sin lugar a dudas este pensamiento crea murallas ideológicas muy marcadas pero también geográficas, y la constante retórica de “construir un muro entre E.U.A y México para detener la migración ilegal” fue una de las promesas electorales que no logró completar, aunque históricamente esta consigna marcó su mandato.

 

La caída de Trump puede traducirse como la debacle del nacional-populismo (tanto de izquierda como de derecha) que ha proliferado en los últimos tiempos, o por lo menos esa es otra de las percepciones más generalizadas y anheladas por muchos de sus detractores. Pero lo que sí es bien cierto es que el muro fronterizo, como símbolo político dejará de tener el impacto que tuvo durante la administración Trump, pues ahora Biden, por menos durante su campaña electoral, ha mostrado una postura migratoria radicalmente diferente y ha declarado insistentemente que “no se construirá más” y se ha comprometido a detener rápidamente la construcción del muro y relajar las restricciones de inmigración impuestas por Trump. Sin embargo, esto está aún por verse…

 

Lo cierto es que frente a los muros ideológicos, sociales y geográficos, la muralla más difícil de superar es la que divide al mundo en dos polos de gran inequidad, y me refiero a la gran brecha tecnológica y digital que la pandemia puso de manifiesto.

 

 

La semana pasada la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) lanzó un informe sobre perspectivas económicas de esta región señalando que: “la pandemia ha evidenciado la necesidad de contar con una economía digital sólida para no perder el tren de la competitividad ni ampliar las brechas de desigualdad, de género y de baja productividad de la región”.

 

Estas no son tampoco, buenas noticias, y de alguna manera el impacto de la tecnología y la digitalización en nuestro planeta dividido en dos polos de desarrollo cuya desigualdad se vio magnificada exponencialmente por el microscópico COVID-19. El hecho es que la infraestructura social y productiva de nuestra región “no está suficientemente madura”, por lo que el rápido cambio tecnológico demanda “un desafío decisivo” ante unas tecnologías que han sido fundamentales en el campo de la salud, el aprendizaje y el comercio electrónico.

 

Por lo pronto, las estadísticas de la CEPAL advierten que el 46% de los niños entre 5 y 12 años viven en hogares sin internet, o sea que unos “32 millones de menores están excluidos de la educación por la vía digital”: Una muralla que, sin lugar a dudas, de no superarse, ahondará aun más la desigualdad, la pobreza, la incultura y el malestar social que inexorablemente deriva en conflictos sociales.

 

 

Pero, ¿qué debemos de esperar para los siguientes días, meses y años? La moneda está en el aire y la incertidumbre es quizás un fenómeno globalizado. Nunca he sido muy afecto a creer en la numerología, pero sí en la estadística, pero también en la entropía, cuya expresión mas popular es la ley de Murphy, creada por un ingeniero aeroespacial que expresa que: "Si hay algo que puede ir mal, tarde o temprano irá mal", y creo que este tiempo que estamos viviendo marca la delgada línea entre el pensamiento negativo y la resiliencia.

 

Y hablando por cierto de un astrofísico, la numerología y las proyecciones estadísticas, la semana pasada se cumplió el cabalístico día 11 del mes once del año 2020, tuvimos un viernes 13, en México llegamos casi ya al millón de contagios y los 100 mil decesos a causa del COVID-19; pero entre todos los sucesos de primera plana que llamaron mi atención el nuevo lanzamiento, para cerrar la semana se lleva a cabo un exitoso nuevo lanzamiento de un cohete de Space X y la Nasa hacia la Estación Espacial Internacional y las primeras imágenes que desde ahí nos llegan marcan en un extremo del planeta la formación del huracán Iota, con categoría 5, sobre el área de Centroamérica, lo cual me hace pensar que nos llueve sobre mojado; y en la otra cara del planeta, la imagen del único monumento construido por el ser humano que se puede apreciar desde el espacio: La Gran Muralla China.

 

Esto me resulta de alguna manera una escalofriante paradoja. Mientras por un lado se avecina la catástrofe ecológica provocada por nuestra inconsciencia histórica, por otro lado se observa desde las alturas satelitales un gran muro construido con proteger un imperio ancestral de las invasiones nómadas; y esta monumental cicatriz es perceptible gracias a los avances de la tecnología espacial.

 

Sin lugar a dudas somos una humanidad contradictoria, frágil y sin memoria, pero ¿tenemos futuro como especie? Aquí es donde quiero pensar que este año en el cual seguimos viviendo en peligro nos está dando la oportunidad de repensar en quienes somos, y hacia donde vamos. No me cabe la menor duda que en nuestro afán de edificar muros nos hemos olvidado de construir puentes, y olvidarnos de una vez y para siempre del otro y pensar que todos somos nosotros, pues en lo único en que todos coincidimos es en la diversidad que nos enriquece como viajeros, todos y al mismo tiempo, de este tercer planeta del sistema solar.

 

Esta crisis que estamos afrontando no puede ser más democrática y reveladora, pues a todos y cada uno de nosotros, sin importar raza, nacionalidad, generación, género o clase social nos está dejando secuelas de las cuales nadie puede permanecer ajeno.

 

Es tiempo de cambiar, de eso no cabe la menor duda, vivimos tiempos de oscuridad, tampoco lo puedo negar, pero como escribiera Carl Gustav Jung, “Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, sino haciéndose consciente de su oscuridad”.

 

Llego el tiempo de recurrir a este Quinto Elemento que es nuestro propio espíritu e iluminar nuestro ser con él, pero no pensando en el ayer o apostando al mañana, sino haciéndonos del HOY, en cada acción y en cada pensamiento, pues a partir de este momento, y como dijera aquella canción del rock ochentero latino estamos: “parados sobre la muralla que divide lo que fue de lo que será” y HOY es el primer momento del resto de nuestra existencia.

 

Y con esta reflexión les agradezco a ustedes, queridos y resilientes lectores (que ahora y por lo pronto estamos separados por la muralla de la mascarilla y la “sana distancia”) su compañía en esta narrativa de Quinto Elemento que aquí concluye.

 

Llegó el momento de darle vuelta a la hoja, pero no a la vida que pese a lo que pase, debe continuar y muy pronto les compartiré nuevas historias.

 

Hasta siempre jamás, y nos leemos muy pronto.