Quinto Elemento
No. 4
por Luis de Llano Macedo
El bueno, el malo, el feo,
y la comezón neuronal.
13 DE JULIO DE 2020
De entre todos los acontecimientos que la semana pasada ocuparon los titulares, la triste noticia del fallecimiento de Ennio Morricone, el maestro del soundtrack musical, fue replicada en todos los medios de comunicación.
Los temas musicales de grandes compositores nos traen a la mente paisajes de imágenes y personajes cinematográficos que resultan inolvidables. En mi caso, el recuerdo recurrente del famoso tema de “El bueno, el malo y el feo” del extraordinario Morricone, suma a algunas de las veces que lo pude escuchar de nuevo en esta semana en los homenajes radiofónicos del compositor y de repente me descubrí silbando (un poco mal, pues silbar no es mi especialidad) esa canción una y otra vez en un “bucle” que me llamó mucho la atención, pues entre más trataba de evitarlo mi inconsciente “chiflador” me regresaba el tema, por lo que comprendí que al tratar voluntariamente de olvidarlo, era inevitable ponerlo de nuevo en el escenario de mis recuerdos.
Por supuesto, esta no era la primera vez que me doy cuenta de que una canción o una frase musical ha decidido meterse en mi pensamiento, como un intruso necio que persiste en mantenerse allí varios días, y que a veces sin la menor causa aparente, regresa desde la memoria para recordarme que sigue allí y seguirá como parte del “soundtrack de mi vida”.
Quizá este sea un fenómeno que a muchos nos ocurre, pero lo cierto es que estos temas musicales que no son particularmente nuestros favoritos, de repente se alojan en nuestra memoria y así te sorprendes a ti mismo cantando frases completas de una canción “chatarra” que ya viaja contigo en el camino de la vida.
Me confieso aficionado a la música, pero no a todos los tipos ni productos musicales, también me declaro ser muy curioso y tratar de entender siempre él por qué de las cosas, y fue por ello que me puse a investigar el hecho de que cierto tipo de tonadas se te “peguen como chicle” o te contaminen el pensamiento como “virus de mercado chino” de nueva generación; así fue que llegue a varias páginas en la red que desde varias perspectivas tratan de explicar el tema.
Me llamó mucho la atención un experimento realizado por la Dra. Vicky Williamson, especialista en psicología musical del Goldsmith's College de Londres, quien explica que la música se aloja como recuerdo en nuestra corteza cerebral y cuando menos lo pensamos provoca una “comezón” en las neuronas que hace una especie de sincronización que puede desembocar en una experiencia o conexión emocional compartida a través del ritmo.
La Dra. Williamson logró reunir mil títulos de canciones recurrentes y muchos comentarios de quienes habían sufrido o estaban sufriendo por la intrusión de este virus musical inconsciente.
Los resultados, además de ser muy reveladores, demostraron lo extendido y curioso del asunto, pues no faltó quien se quejara de tener “Obladi Oblada” de los Beatles “hasta el tuétano”; de no estar nada feliz de que el estribillo de “Happy” de Pharrel Williams se le apareciera hasta en la sopa o de tener el síndrome de “bañista” al ponerse a cantar “We are the Champions” todos los días bajo la regadera.
Qué bueno que este experimento no fue realizado en América Latina hace dos años, pues de seguro muchos se habrían quejado de estar irremediablemente contagiados con la fiebre de “Despacito” de Luis Fonsi.
Además, la doctora identificó muchos factores que determinan el fenómeno, como, por ejemplo: la sobreexposición y repetición de un tema en la radio, en los canales de videos y en la televisión.
Otra de las estrategias que tiene que ver con el tema, es el uso de frases musicales que pertenecen a una canción del pasado y al ser versionadas en un nuevo tema musical, se convierten nuevamente en éxitos; y como muestra hay que mencionar que el tema: “Good times” de Chic fue utilizado por el grupo Sugar Hill Gang en el hit “Rappers delight” pionero del género Rap; pero al paso de varias décadas la frase musical mal traducida en español llevo al grupo “Las Ketchup” a colarse en las listas de popularidad con su canción “Aserejé”.
Los expertos en neurociencia explican que la música con frecuencia es codificada de una manera muy personal y emocional en la memoria, y es por ello por lo que todos contamos con un “playlist” personalizado de las canciones que nos recuerdan épocas, amores, desamores y eventos que gracias a ese lenguaje universal que es la música nos convierte en un archivo infinito y en constante actualización de “temas del soundtrack de nuestra propia vida”.
Y hablando de ese efecto que tiene en nosotros cierto tipo de sonidos, en la actualidad se ha desarrollado el concepto de la “neuro-música”, una nueva rama del neuromarketing que se define como la detección de los acordes, ritmos, notas y sintonías que captan la atención, evocan determinados valores y quedan en la memoria, para después ser usados como herramienta para generar conocimiento de marca o incrementar ventas; una idea muy interesante, pero hasta cierto punto escalofriante, pues su estudio y aplicación avanzados nos provocará una especie de consumismo inconsciente, pero muy efectivo.
Sin embargo, no cabe duda que la música de los grandes creadores como el recientemente fallecido y siempre recordado Ennio Morricone nos transporta mágicamente a paisajes sonoros asociados a la imagen y en mi forma personal de apreciar la música estoy muy de acuerdo con la idea de la cultura primigenia de cualquier civilización, en donde curiosamente se pensaba que “La música es un regalo de los dioses”, y por ello viaja en el éter (otra forma de llamar a la quintaescencia o el quinto elemento) para invocar a estos dioses y agradecerles el regalo, los humanos creamos música que viaja por los aires hasta el firmamento y es en verdad, durante todos los tiempos, apreciada como un elemento mágico, intangible y pleno de espiritualidad.
No cabe duda que en estos tiempos pandémicos, el regalo de la música nos ayuda a soportar el aislamiento, la depresión, ansiedad y muchos de los desordenes emocionales, pues como dice la sabiduría popular “La música tranquiliza hasta a las fieras”; y no me queda más que agradecer y dar un reconocimiento a los grandes músicos creadores.
Y para terminar con este texto, y sin animo de provocarles un ataque de comezón neuronal, les recomendaré como lo hicieran Timón y Pumba al Rey León, repitan conmigo: “Hakuna Matata”.
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