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El rebote disruptor. Quinto Elemento No. 7 por Luis de Llano

 

Quinto Elemento

No. 7

 

por Luis de Llano Macedo

 


 

El rebote disruptor. 

 

3 DE AGOSTO DE 2020

 

Aunque en mi pasado artículo mencioné que quizás ya era momento de dejar en segundo plano el tema pandémico y comenzar a pensar en otras cuestiones, lo cierto es que la realidad es más obstinada que el olvido y las circunstancias me obligan a volver irremediablemente al asunto del COVID-19, debido al anuncio de la exitosa creación y el inicio de la producción masiva de una vacuna contra el virus por parte de investigadores chinos, rusos como norteamericanos, pero también un conglomerado de farmacéuticas europeas.

 

Pero una cosa es conocer la actualidad del tema pandémico en titulares y las plataformas de noticias, y otra muy distinta experimentarlo literalmente y como dice el refrán “viendo las barbas de tu vecino rasurar…” pues hace unos cuantos días a unos cuantas puertas de nuestras recién reabiertas oficinas pudimos escuchar el ulular de la sirena de una ambulancia estacionándose, durante unos minutos de expectación, tan solo percibimos el silencio; y casi de inmediato, un murmullo de voces en alerta, las puertas de la camioneta cerrándose y  el reinicio de ese ruido que anuncia que alguien está en inminente peligro y va rumbo al hospital.

 

Las conjeturas no se hicieron esperar, pero hasta cierto punto, pasaron desapercibidas; pero el peor de los escenarios, el que nos hizo decir a todos en la oficina “mejor ni lo pienses”, se volvió realidad cuando al día siguiente, por la mañana uno de mis colaboradores me avisó que en el mismo lugar donde ayer se había estacionado la ambulancia, ahora otra camioneta blanca rotulada como servicio de sanitización patógena estaba instalada; de ella había descendido un equipo de personas cubiertas de pies a cabeza con trajes plásticos de color blanco, con caretas en el rostro, y en las manos mangueras conectadas a los aspersores que cargaban en la espalda.

 

Acto seguido, otro de mis colaboradores llegó a la oficina, y no solo confirmó el hecho, sino que actualizó nuestro ya de por sí inquieto estado de ánimo cuando nos dijo que ese segmento de la acera, a tan solo 15 o veinte pasos de nuestra puerta, estaba bloqueado con bandas plásticas amarillo y negro con la leyenda “área restringida”.

 

Para no abundar en detalles, decidimos que era imprescindible tomar nuestras propias precauciones y “poner nuestras barbas a remojar” para completar el refrán popular con el que inicié esta historia, y al día siguiente hasta nuestro espacio laboral llegaba un equipo de sanitización.

 

Fue entonces que comencé a pensar desde otra perspectiva, ¿y si los brotes y rebrotes de las epidemias han sucedido como un ciclo interminable en nuestra historia, por qué no hemos entendido como humanidad que tenemos que aplicar la cultura de la prevención y no la del olvido crónico?

 

Esta semana me puse a investigar un poco y encontré varios artículos que se han publicado al respecto y ahora quiero compartirlos con ustedes.

 

Si bien desde hace 1798 el investigador británico Edward Jenner revoluciona la medicina con el descubrimiento de la vacuna contra la viruela, y ya para finales del siglo XIX, Louis Pasteur da pasos trascendentales en el estudio de la microbiología, estos descubrimientos científicos no pudieron evitar que casi 50 millones de personas en todo el planeta murieran a causa del virus de la influenza española. 

 

La profesora Katherine Kedzierska de la Universidad de Melbourne escribió en un artículo publicado en el 2018 para la plataforma de noticias de la BBC News que decía: "Hemos tenido tres pandemias de gripe desde 1918: La gripe asiática de 1957, la gripe de Hong Kong de 1968 y la gripe porcina de 2009. Aunque fueron más leves que la pandemia de 1918, son un ejemplo de la amenaza constante que representa el virus de la gripe para la salud humana".

 

Lo cierto es que, si el brote de la enfermedad es mortal, el rebrote de la enfermedad puede resultar más letal para la humanidad, pues se ha documentado que históricamente hablando “las segunda olas” pandémicas aunadas a la relajación de las medidas sanitarias, no solo son recurrentes sino implacables y pueden causar más víctimas que el primer brote durante su expansión global.

 

Ahora bien, y profundizando en el tema de la memoria y el olvido de las oleadas pandémicas de la humanidad, además del brote y rebrote de las enfermedades existe otro tema coyuntural al que hay que poner atención y es el que he querido llamar “el rebote disruptor” y les explico el porqué de este concepto: El “rebote” es un término que aplicado al deporte se refiere a la acción que presenta un balón (que bien podría ser nuestro humanidad global) cuando choca contra una superficie dura (que bien podría ser nuestra incapacidad de asimilar las lecciones de la historia); pero este término de “rebote” desde el punto de vista nutricional es mejor conocido como el efecto que presenta quien baja de peso a través de una “dieta  milagro” y al paso del tiempo no solo regresa a su estado original, sino que aumenta de volumen corporal, sino que suma al problema la frustración y la baja estima.

 

Por otra parte, el término disrupción se puede definir como la interrupción o rompimiento con la manera tradicional de ejecutar algo y proviene del latín “disruptio” que significa fractura. 

 

Ambos términos en conjunto forman el concepto “rebote disruptivo” y expresan esa capacidad humana de evolucionar partiendo de las grandes desgracias mundiales, como la guerra o la pandemia.

 

Estamos en los albores una nueva etapa de la Historia y no está por demás analizar algunos de ellos; por ejemplo, la peste negra de 1348, según apunta el catedrático de Historia Medieval la Universidad de Murcia, Juan Francisco Jiménez “cambió la manera de entender la vida, hasta el punto de que se empieza a introducir cierta mentalidad existencialista”. Dicho de otra manera, sea la sensación de que “la vida no es nada” y el mejor ejemplo de ello está en la obra “El Decamerón” de Giovanni Boccacio que se desarrolla en plena peste bubónica y la precursora de una visión profana de los seres humanos y una abierta ironía a lo que representaban los ideales medievales.

 

En contraparte, resurge también la recuperación del concepto latino “carpe diem”, que forma parte del ideario colectivo que invita a aprovechar el momento…

 

Y en ese sentido podríamos apuntar innumerables ejemplos de los efectos de la pandemia, como la caída del Imperio Romano impulsada por las pestes Antonina, Cipriano y de Atenas que brotan a partir del siglo III, y que fueron imputadas a los cristianos y su expansión en occidente; y avanzando a través de la historia, y una vez que la humanidad se comienza a globalizar, el contagio de la viruela en la población americana tras la conquista europea provoca una catástrofe brutal.

 

Uno de los ejemplos que más me llaman la atención pues tienen que ver con la repentina irrupción de la amenaza de contagio en mi propio espacio laboral, está en la arquitectura de la pandemia, y en ese tema hay que mencionar que se cuenta la anecdótica que: “en 1918, un joven suizo decidió encerrarse en su departamento parisino con una generosa dosis de coñac y suficientes cigarros para sobrevivir en casa la epidemia de influenza española”.

A los pocos años, ese joven conocido como Le Corbusier, revolucionaría el mundo de la arquitectura, en gran medida gracias a las reflexiones que nacieron durante esos muy largos días de confinamiento y su obsesión por la relación entre espacio y  enfermedad.

 

 


 

 

Pero hablando de nuestros días y el futuro del que todos ansiamos ser testigos y en buena parte protagonistas obligados por las actuales circunstancias, el destacado arquitecto Lionel Ohayon, expresó en una reciente entrevista relativa a los espacios laborales concedida para el medio Architectural Digest que: “Los espacios laborales estaban pasando por un punto de declive inclusive antes del virus. No todos quieren estar en un gran parque social, y mucho menos si esto pone en peligro la propia salud”.

 

 


 

 

Sin lugar a duda, este “nuevo espíritu” arquitectónico y cultural que resurge un siglo después del embate de la influenza española, me parece uno de los mejores ejemplos del “rebote disruptor” como tendencia cíclica a aplicar en esta era de brote y rebrote del COVID 19.

 

Sin embargo, entre el “carpe diem” o sácale jugo a la vida de la filosofía latina y el “la vida no vale nada” del mexicanísimo “filósofo” José Alfredo Jiménez, existen innumerables gradientes que debemos valorar, repensar y afrontar cambiando nuestras propias costumbres personales y colectivas.

 

Hoy más que nunca hay que cuidarnos y cuidar a los demás. Todos viajamos juntos en esta tercer roca del sistema planetario, y esta es la única vida y el único mundo en el que tenemos el privilegio y la obligación de vivir de la mejor manera posible.

 

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